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Mostrando entradas de octubre, 2016

Éxtasis - Luis González

Sus labios frotaban los mios y aquel sutil roce envió torrentes de sensaciones placenteras por mi cuerpo. Sus senos me ahogaban en el placer que emanaba de sus poros. Sus dedos trazaban con delicadeza los bordes ásperos de mis pezones. Su espalda se arqueaba sobre mí en un arco abierto al placer que yo le causaba. Sus pupilas se dilataban y sus ojos desorbitaban con los toques inexpertos de mis dedos sobre su sexo. Sus labios decorados deliciosamente con expresiones desesperadas ante la presión de mis manos sobre su cuello. Su respiración se agitaba anhelando el oxígeno que mis pechos le negaban. Su espalda esta vez se curvaba entre el forcejeo que el miedo a ella le causaba. Sus pupilas eran ya un pequeño punto en el iris cuando yo de su cuerpo desnudo e inerte me alejaba.

Inocente - Luis González

Y una mente inocente nació de su sexo, expulsando densas lágrimas que alcanzaban su quijada y añoraban los mimos de una mente vacía. Y de la mente vacía, surgió con el paso del tiempo, la pequeña belleza inexplicable de una mente absorbente, sedienta de conocimiento. Y el conocimiento poco a poco dejó de desarrollarse, y se tornó en una mente retograda e irresponsable cuyas variables vitales eran la rutina y los vicios del cuerpo. Y por los vicios del cuerpo, malestares la agobiaban, poco a poco llenandola de vida y muerte, bañando esa mente vacía con responsabilidades y gastos inalcanzables. Y lo inalcanzable fue cubierto con inexpertos roces de acero en su sexo, arrancando de ella aquella mente inocente. Y una mente inocente no nació de su sexo, expulsando densas lagrimas que no alcanzaron su quijada y añoraban los mimos de una mente vacía. Y esa mente vacía que esta vez no lograría ver a la inocencia crecer, se desvanece.

No veo la hora de salir de este lugar - Luis González

Grité mentalmente cuando mi mano soltó la roca que estaba escalando; todo éste lugar eran montones de piedras grises que asemejaban un horma. Mis dedos eran ágiles aferrándose a las piedras pero mi resistencia no era suficiente para mantenerme asida por mucho tiempo. Me caí y perdí el ohm que colgaba de mi cuello, el único objeto que me ataba a mi dimensión, un collar de hierro violeta que me recordaba a mi padre, aquel que nunca volvería a ver; pues los rincones de éste lugar no tenían fin, igual que mi encierro… Y mi deseo, era salir de aquí.